Me siento engañado, traicionado y estafado, quizás no llegue al punto de decepción en el que se ha visto inmerso ZP con la anunciada no asistencia de Obama a la próxima cumbre Unión Europea – EEUU, por problemas de agenda o -vaya usted a saber- como pago a su desaire a la barras y estrellas de hace ya unos cuantos años (se olvida pero no se perdona), con las ilusiones que el presi y muchos de nosotros habíamos depositado en este acontecimiento interplanetario.
En mi caso se debe a que he puesto ingentes ilusiones y he realizado inusitados esfuerzos, dada mi hipocondría, en entrar dentro de uno de los grupos de riesgo para ser vacunado de la gripe A, la gran pandemia del tercer milenio. Descartado el embarazo, el ser niño en edad pediátrica, mayor de 65 años, el parecer una enfermedad crónica o formar parte de algún servicio esencial de la comunidad (personal sanitario, fuerzas de seguridad del Estado o bomberos –extra confidencialmente, hoy puedo asegurar que si se hubiese producido el caso también hubieran sido vacunados los políticos, puede para que el refrán “bicho malo nunca muere” siguiera perdurando-), sólo me quedaba un medio para poder ser incluido en un grupo de riesgo, y era formar parte del de los obesos.
Para ello durante el verano comencé a hacer los deberes para que pasados unos meses pudiese estar encuadrado y catalogado. Al final de no pocos esfuerzos y sinsabores, logre que mi cavidad abdominal se incrementase de forma exponencial y directamente proporcional a la manera en que mi cartera iba disminuyendo.
En la actualidad me siento burlado y timado con una gran prominencia estomacal. De esta misma forma se deben sentir esos miles de politiquillos de todo el mundo que también han sido engañados por una voraz industria farmacéutica, con la aquiescencia de la OMS (Organización Mundial de la Salud) o tal vez quién sabe si también con su complicidad.
Para muestra lo que ha ocurrido en este país llamado España. 333 millones de euros se gastó el Gobierno de Zapatero en la compra compulsiva de vacunas y antivirales. Eso sin contar el gasto sanitario (aún sin especificar) que supuso la avalancha de consultas en hospitales y centros de salud, tanto públicos como privados. De cara a la galería nos quieren hacer creer que esos más de 30 millones de vacunas no utilizadas, sin eufemismos: sobrantes, se van a donar a países en vías de desarrollo o van a ser utilizadas el año que viene, cuando ellos mismos nos han inculcado que ese tipo de virus mutan en cada anualidad -se pilla antes a un mentiroso que a un cojo-. La otra posibilidad la devolución por la falta de uso queda descartada, pues la industria farmacéutica no va a tragar para renunciar a los enormes beneficios obtenidos mediante esta especie de timo, consentido por la jerarquía gobernante mundial.
Todo esto queda incontestablemente explicado por Pedro Caba, ex vicepresidente de la OMS, por lo que se trata de un buen conocedor del funcionamiento del organismo de la ONU especializado en gestionar políticas de prevención, promoción e intervención en salud a nivel mundial, y a su vez versado en la forma de actual de la industria farmacéutica, en la siguiente proposición: "la fórmula es sencilla: Crea el problema, infunde todo el temor posible y luego vende la solución".
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