Antes se iba a la playa con la sombrilla y la toalla. Allí mientras te tostabas, pasaba de vez en cuando, alguien que vendía “cocacolas, fantas o beer”, las llevaba en un cubo lleno de hielos, con el que iba pregonando sus productos. O pasaba otro vendiendo pipas, caramelos o patatas.
Ahora los tiempos han cambiado. La gente va a la playa, bien pertrechada, para lo que pueda ocurrir.
Se lleva como siempre la sombrilla, claro no puede faltar, y nuevos utensilios que hacen más llevadera la jornada: nevera portátil, mini-sillas, mesas, parasoles, televisores….. El ingenio de la gente es total, para que no se lleve la sombrilla el viento se han inventado unos artilugios que hacen una perforación en la arena, aunque hay quien se lleva, el clásico martillo y punzón, o quien adapta a una hamaca una sombrilla de niño para no achicharrarse la cara. Para gente más comodona (y pudiente), siempre hay cerca algún chiringuito, donde refrescarte o tomar un tente en pie, sin tener que llevarse la casa a cuestas.
De ahí que los vendedores “ambulantes playeros” hayan tenido que adaptarse a los cambios. Te venden gafas de sol, pañuelos, camisetas, chanclas o te hacen masajes in situ.
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