Me he desinhibido. He dado un golpe en la mesa y he dicho basta.
En la oficina me he enfrentado al jefe por un asunto que ni me iba ni me venia, y le he puesto las cosas en su sitio.
A los compañeros que se piensan que soy gilipollas, por acatar ordenes (aunque luego haga lo que quiera) o por dejar mis tareas para ayudarles, les he dicho que hasta aquí hemos llegado, y que cada palo aguante su vela.
Al ciudadano usuario/cliente, o como se le quiera llamar, tocapelotas (siempre viene protestando, la mayoría por no decir todas las veces sin razón) me he puesto de pie y le he dicho que como me vuelva a alzar la voz le corto los huevos.
A Yuli, le he dicho lo que nunca me había atrevido a decirle, que sé a que se deben todos sus males y lo que necesita, que lo podemos solucionar en su casa o en la mía, y no me ha dado una bofetada, por lo que parece que la cosa va por buen rumbo.
A Luisa, que formamos una pareja maravillosa no solo en el plano laboral. Que esa compenetración la podríamos trasladar a fuera de la oficina. Salir tomar una copa y quien sabe que podría ocurrir. Que tenga novio no es un impedimento.
A mi vecina, que no me importa que este casada y con hijos, que lo nuestro puede funcionar de todas formas, y que lo que buscamos es lo mismo, pasar un buen rato.
Ha sonado el despertador eran las siete y cuarto. Me he despertado. Todo había sido un sueño, que pena otra vez será.
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